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Persépolis

Las ruinas de Persépolis fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1979.

En la dinastía aqueménida (558-330 a.C.), el Imperio persa era uno de los más extensos de la Angigüedad.

Llegaron a abarcar todo el territorio que va de Anatolia al río Indo, siendo su base un lugar en la meseta de Irán.

Dentro de ella había una ciudad que se convirtió en epicentro del poder de la monarquía: Persépolis.

Darío III, primer soberano aqueménida, fundó Persépolis, pero fue su heredero Jerjes I quien le dio un mayor impulso a su construcción.

Hoy día se conservan algunos restos que pueden dar una idea de las dimensiones y el esplendor de lo que fue un conjunto palaciego.

La Apadana, que es una gran sala de audiencias compuesta por 72 columnas de hasta 25 metros de altura destaca en esta construcción majestuosa, así como la Puerta de Todas las Naciones, que es una monumental entrada al recinto.

La Sala de las Cien Columnas también se debe a Jerjes, que originalmente fue concebida como sala del trono.

Estas obras impresionantes requirieron una enorme inversión en fuerza de trabajo, se sabe que en un momento dado estuvieron empleados 1.300 artesanos cualificados. Una de sus tareas fue la confección de los relieves que adornan las escalinatas y algunas de las estancias de la gran terraza del palacio.


Allí se representa a los súbditos del rey persa, llevándole ofrendas como símbolo de reconocimiento.

Aparecen todos ataviados al modo de los distintos pueblos englobados en el imperio persa.

Se pueden distinguir los medos, asirios, babilonios, bactrianos, escitas, partos, jonios, lidios, indios y nubios.

En otra serie de relieves se representa a los Inmortales, mítica tropa de élite del rey persa.

Muchos autores discuten sobre Persépolis y si fue verdaderamente una ciudad. La falta de comodidades para una residencia continuada hace pensar que los reyes persas la utilizaron como centro ceremonial para ocasiones especiales a lo largo del año.

No obstante, la ciudad sufrió un trágico destino a manos de Alejandro Magno, que la incendió una vez conquistada en un gesto que manifestaba su triunfo total sobre el Imperio Persa.

Persépolis no contaba con defensas sólidas y la posición al pie del Kuh-e Ramât representaba un punto flaco a causa del débil desnivel al este, entre la terraza y el suelo. Este era el suelo que estaba protegido por una muralla y por torres.

Según Plutarco, Diodoro Sículo y Quinto Curcio Rufo, la caída de Persépolis supuso después la matanza de uss habitantes y el saqueo de sus riquezas.


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