En la segunda mitad del siglo XVII, la piratería tuvo su período "estelar", aunque esta actividad es tan antigua como la navegación.
El escenario de los piratas era el Caribe, un mar que por aquel entonces pertenecía, al igual que el conjunto del continente americano, a la corona española.
Al principio, los piratas actuaban en nombre de los países enemigos de España que le disputaban el control sobre un espacio tan importante y grande.
Se les llamaba corsarios porque tenían patentes de corso (término italiano que significa "persecución") ya sí atacaban a navíos y otras posesiones enemigas.
Estos corsarios aumentaron su actividad a principios del siglo XVII, cuando Inglaterra, Francia y Holanda se hicieron fuertes en algunos puntos de América.
Algunas islas del Caribe dejaron de ser del dominio español para convertirse en bases desde las que actuaban los piratas. Jamaica es un ejemplo de ello, conquistada por los ingleses en 1655.
Una de estas islas fue donde la piratería alcanzó su mayor florecimiento, hasta dar lugar a la leyenda que después cultivaría la literatura y el cine. Y fue así, al norte de la isla "La Española" (Haití), se encuentra una pequeña isla rocosa llamada Tortuga, se llama así por el aspecto que presenta vista desde lejos. En el siglo XVII, esta isla se convirtió en el refugio de aventureros, sobre todo franceses, que se dedicaban a cazar ganado silvestre allí (por lo que se les llamaba "bucaneros").
A los franceses se le sumaron otros piratas verdaderos, ingleses y holandeses y todos ellos formaron una asociación muy curiosa, "Los Hermanos de la Costa", que entre 1630 y 1688 sembraron el terror en las guarniciones y ciudades españolas en toda la costa del Caribe.
Su aspecto era semisalvaje y actuaban con extrema violencia, llegando a todos los extremos. Estos piratas o "filibusteros", que era como empezaron a llamarlos en aquella época, estaban muy bien organizados, según un modelo que combinaba la igualdad democrática con el fuerte sentido de la disciplina.
Las acciones las decidían en común y en el reparto del botín hacían pocas diferencias de jerarquía, pero una vez en campaña, el jefe ejercía la autoridad absoluta.
Los ataques o acciones más sonadas fueron el ataque contra Maracaibo en 1667 y la destrucción de la ciudad de Panamá tres años después.
En 1697, la paz entre las distintas potencias europeas marcó el inicio del fin de este famoso y peculiar oficio, aunque todavía se dejó sonar en las primeras décadas del siglo XVIII.
0 comentarios:
Publicar un comentario