Cnosos era el mayor palacio de la isla de Creta. Sobre el 1600 a.C, formaba parte de un imperio comercial que se extendía por todo el mar Egeo hasta que una catástrofe natural terminó con aquella interesante civilización.
El arqueólogo británico sir Arthur Evans, a comienzos del siglo XX, hundió su pala en el emplazamiento de Cnosos - Creta, revelandole así al mundo los vestigios de una civilización que había permanecido dormida más de tres mil años.
En aquel descubrimiento se sacó a la luz una descomunal construcción palaciega sin límites definidos y que poseía más de un millar de dependencias, almacenes y salas de ceremonias que se comunicaban entre sí a través de un entramado de escaleras y corredores tortuosos.
Esta complejidad arquitectónica evocaba a la forma de un laberinto, lo que hizo pensar de inmediato a Evans en la figura del rey Minos y dio a toda la civilización que acababa de descubrir el nombre del minoica en honor al legendario monarca.
Minos, según una tradición mítica, había mandado construir en Cnosos un gran laberinto donde encerró al monstruoso Minotauro, que era un ser mitad hombre y mitad toro que había nacido de la pasión animal de Pasífae, esposa del rey, por un hermoso toro blanco surgido del mar.
Estas leyendas aportan referencias que muestran a Minos como el dueño de un gran imperio marítimo o "talasocracia", como ya lo denominaba el historiador Tucídides.
En los asentamientos permanentes minoicos se han hallado restos en islas como Tera, Melos, Citera, Rodas, Naxos, Telos y Quíos, que indícan que Creta mantenía un contacto muy estrecho con los territorios de su entorno, incluida la Grecia continental, con la que habría establecido vínculos a partir de la isla de Creta.
La época de los "Primeros Palacios", sobre el 1900-1700 a.C., el comercio parece que estaba controlado por centros palaciales que se erigían en las proximidades de estratégicos fondeaderos como los casos de Zakro, Malia y el propio caso de Cnosos.
En esta época, los cretenses comenzaban a tener relaciones con las islas del Egeo, costas de Anatolia y puertos de Egipto, pero no fue hasta la etapa siguiente, la de los "Segundos Palacios", sobre el 1700-1450 a.C., cuando se produjo un aumento significativo de su actividad comercial y desarrollo de un estilo de vida propiamente minoico: arte, cultura, arquitectura y costumbres funerarias y rituales religiosos que penetraron progresivamente en las zonas con las que los minoicos mantenían contactos.
Creta debía competir con colosos como Egipto o el Imperio Hititia para mantener su prestigio en el Mediterráneo Oriental y de modo incipiento, con los señores de la guerra micénicos de la Grecia continental. Para ello debía de poseer una acreditada capacidad militar, ésta es, al menos, la conclusión a la que han llegado en los últimos tiempos los historiadores.
La visión tradicional sin embargo, dice que los minoicos eran un pueblo pacífico y algo ingenuo.
Según los arqueólogos, el derrumbe de la civilización minoica se debió a una catástrofe natural, la erupción de la isla volcánica de Tera, donde se localizaba la colonia cretense de Akrotiri.
La explosión de esa erupción hizo que la isla quedara fragmentada de manera salvaje en tres partes, originando un maremoto de inimaginable fuerza devastadora que provocó la destrucción de la flota minoica y de puertos como los de Amnisos, Katsamba, Festos, Malia o Cnosos.
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