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El lenguaje de las catedrales

A mediados del siglo XII y hasta finales del siglo XIII, en el reino de Francia y resto de Europa proliferaron las abadías, catedrales, monasterios y las iglesias.

En 1144, Suger contrató a un arquitecto para que dotara la cabecera de la basílica de Saint Denis de varias oberturas que permitieran la entrada de la luz. Este manifiesto de arte gótico sirvió como ejemplo a otros muchos arquitectos medievales para incorporar cada vez mayores y más amplios ventanales. Es a partir de esta reconstrucción cuando comienzan a surgir otras muchas reconstrucciones y nuevas obras.

La luz en sí misma era un símbolo espiritual y Suger defendía el neoplatonismo imperante de la época, que equilibraba la luz con la divinidad, mientras que al templo cristiano le correspondía la representación en la tierra de la Jerusalén celestial.

Para que una catedral pudiera ser la casa de Dios en la tierra tenía que ser muy grande, simétrica y proporcionada.

Las catedrales eran el templo del pueblo, además de el orgullo de las florecientes y poderosas oligarquías, incluso llegaban a celebrarse fiestas en las que se invertía el orden social y se ridiculizaban las jerarquías sociales.

La catedral de Chartres fue la que más destacó entre todas las demás, se la consideraba una verdadera imagen del Paraíso en la Tierra.

En 1194 un gran incendio la arrasó, pero dejó intacta la gran reliquia de la catedral, la única que supuestamente portaba la Virgen María cuando dio a luz a Jesús.

Por este hecho, los ciudadanos se quedaron muy sorprendidos y estupefactos, interpretaron que la sorprendente salvación de las llamas de aquella reliquia era un mensaje divino y con mucho empeño levantaron de sus cenizas una majestuosa catedral, que además debía de ser un reflejo de la ciencia humanística que se enseñaba en la escuela teológica de la ciudad, la cultura de la luz.

Entre 1195 y 1260, sobre su base anterior se construyó la catedral de Chartres, con una altura de 37,5 metros, convirtiéndose en la más alta de las iglesias construidas hasta entonces en Occidente.

En un principio se iban a construir de ocho a nueve torres, pero sólamente se completaron dos, las de la fachada principal que ya estaban previstas en el templo románico.

Las proporciones matemáticas precisas que emplearon en Chartres le otorgaron a este templo una verticalidad que sugiere al misticismo.

Vidrieras luminosas, laberintos enigmáticos trazados en el pavimento, esculturas de monstruos. El arte de estas catedrales góticas constituyen una verdadera enciclopedia de símbolos a descifrar.

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