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Testimonios del 11-M

En "El Mundo", se recogieron el mísmo día de los atentados y días posteriores miles de internautas enviaron sus testimonios, mensajes de apoyo y cariño.
Los más impactantes:



1. Las heridas se curan, el dolor perdura. Había dejado en Atocha el tren que viene de Fuenlabrada y entré en el último vagón del tren que estaba estacionado en la vía 2. Suelo encontrarme allí con mi hermano, pero ese día no estaba en el andén. Explotó la primera bomba y salí como pude del vagón. Una vez en el andén, el espectáculo era horrible. Mi hermano tenía que estar allí, pero no le veía. Me agaché a interesarme por una chica que estaba boca abajo sobre un charco de sangre. Alguien me dijo que la dejara, que estaba muerta. Mi primera decisión fue quedarme con ella hasta que vinieran las asistencias, pero explotó la segunda bomba y alguien me agarró de un brazo y corrimos hasta las vías de entrada. Allí me vio mi hermano. Él parecía un fantasma. La chaqueta rota, la cartera de mano rota, metralla en la cara y en las manos y no oía nada. Nos abrazamos y lloramos con una mezcla de sentimientos de rabia, dolor, y a la vez alegría por habernos encontrado vivos. Éramos conscientes de la gravedad de la situación y decidimos ir al hospital por nuestros propios medios y dejar que SAMUR atendiera a gente en mucho peor estado. Las heridas terminan por curarse pero las imágenes, los gritos, los llantos, el ruido de las explosiones y el olor no podrán olvidarse jamás. Paco / Madrid


2. Terror. Estaba en frente del vagón que explotó en Atocha, más o menos a 15 metros, cuando me estalló delante. Sientes terror y pánico, no sabes qué hacer ni dónde ir. Cuando vi el horror frente a mis ojos no lo aceptaba, y salí corriendo de allí. La segunda bomba me tiró al suelo. Ésa fue la que más gente se llevó, gente que fue a ayudar, gente que no pudo correr. Cuando recuperé el sentido y el control me di cuenta que corría y estaba ya muy lejos. Es el terror el que me salvó, el pánico el que me movió, y la impotencia la que me invade desde el jueves. Lloro todos los días por la cantidad de gente que perdió su tren; el tren de la vida. Alberto / Madrid
3. La labor del Ejército de Salvación. Soy voluntaria del Ejército de Salvación y resido en el Pozo del Tío Raimundo. Estaba llegando a la oficina del Ejército de Salvación donde trabajo, cuando me enteré por la radio de la noticia del atentado. Lo primero que hice fue llamar a casa para averiguar si todos estaban bien. Después, nos pusimos en camino (un equipo de voluntarios del Ejército de Salv.) llevando mantas, agua y zumos. Todo estaba controlado por la policía y nos fue imposible llegar hasta la estación de El Pozo, pero otro de nuestros equipos estuvo distribuyendo mantas en Atocha. Nosotros finalmente acudimos al Hospital Gregorio Marañón donde se estaba concentrando a los familiares que buscaban desesperadamente a sus seres queridos desaparecidos. Estuvimos dando agua, sirviendo tilas, comida, etc., y ofreciendo un hombro en el que apoyarse en esos duros momentos. Hemos estado colaborando del mismo modo en IFEMA y Tanatorio Sur donde nuevamente nos encontrábamos con las personas que conocimos en el hospital y que en un primer momento mantenían la esperanza de encontrar con vida a su familiar/amigo. Las experiencias vividas han sido tan fuertes que no he podido contener las lágrimas en varias ocasiones. Me siento orgullosa de pertenecer a esta organización, que me ha permitido ayudar en una situación como ésta. Carmen Alvea / Pozo del Tio Raimundo-Madrid

4. Mi 11-M (Testimonio de un Profesional Sanitario en la c/Téllez). Esa mañana vi en casa, a través de la tele, los horrendos atentados de Madrid. Soy Técnico en Emergencias de Samer-Protección Civil de Las Rozas por lo que, tras dejar a mis hijos en el colegio, me dirigí a mi base. Recogí a cinco compañeros, todos ellos fuera de servicio, y nos fuimos a la c/Comercio donde está situado nuestro P.M.A.(Puesto Médico Avanzado). Tras llegar a esta calle pude comprobar la magnitud de la tragedia. Una vez instalados los diferentes mandos del Samur acuerdan con nuestro Jefe trasladar nuestros equipos a la c/Téllez para utilizar el P.M.A. como tanatorio provisional. Tras colaborar durante casi doce horas con todos los miembros de diferentes Servicios de Urgencias, Emergencias y de Seguridad del Estado, sólo puedo trasmitir el HORROR de semejante carnicería al sacar entre los restos de ese tren a 64 personas o lo que quedaba de ellas. ¡HORROROSO! No se me olvidará jamás la imagen de sacar del P.M.A. a un cadáver para ser llevado a una ambulancia y, de repente, sonar el móvil que portaba entre sus ropas. Cuando llegué a la víctima identificada como 'TÉLLEZ 33' salí del P.M.A. (llevaba ya 7 h.) y me puse a rezar. Hoy, una semana después, he estado 72 horas sin dormir y sólo me queda la satisfacción de poder contar mi modesta colaboración. ¡TENÍA QUE DECIRLO!. Miguel Ángel Villarrubia / Las Rozas


5. El día que cambió mi futuro. Me encontraba en el vagón 4º de la estación de Atocha. Cuando estalló el primer artefacto, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Nos quedamos sin luz, salimos del vagón y lo primero fue encontrarme una chica sentada en el andén. "Aquí no nos podemos quedar", le dije. No podía andar, estaba en estado de sock. Agarré a la chica y salimos hacia las escaleras centrales. No sé porqué pero algo me decía que aquello no había acabado. Entonces sonó la segunda explosión, aquello era un infierno de humo negro y gente fuera de sí. A partir de ese momento, sólo recuerdo que miré al frente intentando salvar la vida con aquella chica. Lo que yo vi allí era dantesco. Salía muy poca gente de los vagones detrás del mío y en no muy buen estado. Este día marcará mi futuro, porque cualquier cosa que veo desde entonces me parece pequeña. Pero sin duda alguna, lo que realmente me emociona es que en esta sociedad agresiva en la que vivimos reside la humanidad y la solidaridad que nunca pensé que podría ver, como yo vi ese día. Tampoco se me olvidará nunca la mirada de agradecimiento de aquella chica que salió conmigo de la estación. Me considero afortunado, ya que un ángel me guardó aquel día. Jesús Villanueva / Madrid

6. Diario de un voluntario. Yo no estuve en la matanza pero si estuve en IFEMA ayudando a coordinar el voluntariado. Me tocó llevar a cabo una de las tareas más duras: acompañar a la familia a la identificación de los restos. Es increíble lo mucho que he aprendido del dolor humano. ¿Qué fue lo peor? La noche sin lugar a dudas, los suspiros, las lágrimas...en todos y cada uno de los pasillos de los pabellones siete, ocho y nueve. Lo tengo grabado en mi alma, y no se borrará jamás. Si me preguntáis que es lo mejor (si es que había algo bueno en todo aquello): ver a tantas personas desconocidas ofreciendo su ayuda, de la forma que fuera. Concretamente, he conocido a Pedro, Isa, Julián, Luis, y tantos otros a los que coordiné y que dieron todo, absolutamente todo. Les veías llorar por los pasillos (como yo), pero rápidamente se secaban las lágrimas como podían y a por el siguiente. Tampoco olvidaré jamás a ninguna de las familias que fueron a reconocer las fotos. ¡Jamás!. Recuerdo concretamente a un hombre alto y robusto que se abrazo a mí titubeando y me pidió por favor que entrara con él, que él no podría hablar. En aquel momento rompió a llorar, lloró tanto que me duele el alma al recordarlo, tanto que ya no tengo lágrimas de los días que yo también he llorado al recordarle. Lo siento, no puedo seguir... Jesús / Madrid

7. El Dia de Acción de Gracias. Sta. Eugenia. Estaba de pie junto a la puerta, en el vagón de la muerte. Se cierran las puertas. Estoy ciego, estoy sordo, no siento nada. Un túnel negro y, al final, la paz, la tranquilidad. Pienso en abandonarme pero veo a mis hijos, a mi mujer y empieza la lucha. Tiro de mí, caigo al suelo del vagón. No veo, no oigo. Siento aire en la cara, un punto de luz. Me lanzo al vacío, respiro. Tengo brazos, tengo piernas, muevo los pies; quizá he perdido un ojo pero pienso en sobrevivir. Siento frío. "Tengo que levantarme y moverme", me digo. Veo el horror, huelo la muerte. Siento la lucha desesperada por encontrar vida; todos con todos contra la impotencia y la desesperación. Empieza la gratitud: GRACIAS, habéis conseguido que crea en el ser humano. ¡Qué cariño, qué apoyo!. Gracias Gómez Ulla, jamás os olvidaré. El mundo ha empezado a cambiar, mi hijo me lo ha prometido. Nunca olvidaré a los que no están, por vosotros cambiaremos esto. Rafael Tortajada Francisco / Coslada

8. Mi billete de ida al infierno. Yo iba en un tren que llegó a Atocha desde Villaverde. Esto es un extracto de un texto que escribí: El tren para, se abren las puertas y veo un vagón destrozado... Bajo y empiezo a andar desconcertado hacia mi derecha, hay gente que grita, corre, llora... El aire está quemado, me olvido de respirar. Recuerdo voces : "¡Es una bomba!". Mis piernas reaccionan, comienzo a correr. A la altura de la última escalera mecánica ocurre. Una explosión. Imágenes borrosas. Todo tiembla a mi alrededor. No respiro, mi garganta me quema, dejo caer mis rodillas cuando oigo una voz : "¡al suelo!". Y pienso : "¡Dios, que acabe ya!". Abro los ojos y veo a la gente moverse, al frente sigo viendo la luz. Puedo levantarme y seguir, lo hago sin apenas darme cuenta. Distingo una voz entre gritos y llantos : "¡no piséis las vías!". La luz inunda el andén, estoy fuera. Piso las piedras de la vía y miro al frente. Hay mucha gente por delante pero nadie mira atrás, se dirigen a un terraplén de arena y piedras. Comienzo a tomar aire con fuerza. A mi izquierda una mujer llora mientras busca su móvil, otra habla entre sollozos. Una mujer tiene la cara cubierta de sangre; muy cerca un hombre se cubre el lado de su cabeza con un pañuelo. Siento un temblor... un temblor y las piedras bajo mis pies. Ángel D.R. / Madrid


9. Mamá, ha sido un atentado. Nunca olvidaré esa mañana. Como todos los días me preparaba para irme dejando a mis hijos en casa, que ya son 'mayores' y se van solitos al colegio. Se nos rompió el alma. Quise bajar a ayudar (vivo en el bloque justo delante de la estación), pero a mis niños les daba miedo que les dejara solos. Llamé a los servicios de urgencia porque al principio no sabíamos lo que pasaba. Y allí, en unos cinco minutos, no apareció nadie. Mis hijos me preguntaban y yo no sabía que decirles. Hablar de solidaridad, se queda corto. ¡Qué grandes y solidarios somos! Y así se lo dije a mis chicos... España llora y se hace preguntas. No importa, aquí estamos y seguiremos adelante, a pesar de todo. Gracias. Marisa / Madrid

10. Pavor. Como cada día, me levanté para ir a trabajar. Cogí el tren en Entrevías. Era un día como otro cualquiera, pero este día para mí era especial: me acababan de entregar el pisito que tanto había deseado. El tren paró; no iba muy lleno. Yo me subí en el tercer vagón porque en el primero iba una señora que no me caía muy bien. Ella me salvó la vida. Justo antes de entrar en la estación, el tren comenzó a parar y, de repente, oímos un estruendo. No parecía una bomba sino un choque o algo sí. Me agarré, recé, todo en un segundo. Esperaba la colisión. El tren paró, oímos otro estruendo. Nuestro vagón no sufrió ni una rotura de cristales. Todos querían salir corriendo del vagón, yo no. Tenía miedo porque cuando la gente saltaba del vagón gritaba como si estuviesen locos. Tened en cuenta que en nuestro vagón nadie había sufrido ni el más mínimo daño. Una chica me ayudó a bajar. Después, todo fue un horror. Alguien me pidió ayuda pero yo estaba fuera de mí, no pude ayudarl. Desde aquí le pido perdón. Espero que se haya recuperado de su brazo. Doy gracias a Dios por estar viva, pero siento tanto la muerte de los demás... Eran mis compañeros de viaje y no sé porqué yo fui la elegida y ellos no. Lloro por ellos cada noche. Esther Babiano López / Madrid


11. Rutina. Aquella mañana, normal y rutinaria, nos levantamos y recogimos a nuestro pequeño para llevarlo con sus abuelos. Llegamos a la estación a las 7:29. Salí disparada del coche porque el tren estaba llegando a mi estación. El tren llegó puntual (7:39). Sin embargo, lo que sucedería después ya no era rutinario, ni pertenecía al ritmo diario. De repente, pocos segundos después de abrirse las puertas del vagón, un estruendo abrasador, enloquecedor y ciego en su locura nos borró nuestra historia corriente en menos de décimas de segundo. El vagón tembló. Nuestras almas vibraron. Nuestras vidas alarmadas por un final sin previo aviso. Compruebas que al andar por ese mismo andén por el que cada mañana trepas entre campos de personas vivientes, estás llorando, te oyes sorprendida llorar, sintiendo las lágrimas desplazarse por la cara, ardientes, llameantes y encendidas como aquella mañana. Yo estoy viva. Y de regreso a la memoria, a lo certero, al presente y al futuro, la luz que estalla de forma gloriosa en ese despunte del día nos hace sentir, más que nunca a todos los que salimos, como seres humanos vivientes, como raza humana unida, de una única matriz; y esa unión bañada en luz es la que nos hace continuar y seguir adelante. Isabel S. P. / Madrid


12. Superviviente. Han pasado días desde la masacre. No lo puedo olvidar porque fui testigo directo. Estaba en el tren de Atocha, el primero que estalló. A las 7:39 iba montado en el 4º vagón cuando, de repente, sentí una fuerte explosión (yo pensé que un tren había chocado con el nuestro). Cuando salí, a mi derecha no pude ver el 5º vagón por el espeso humo negro y un fuerte olor a quemado. En ese momento, cuando estaba en el vestíbulo del AVE, oí la segunda bomba y ahí ya fui consciente que era un atentado. Tuve miedo por primera vez. Pensé en mi mujer y mi hijo de tres años y en que no quería morir allí dentro. Cuando conseguimos salir a la calle, ayudándonos y pidiendo tranquilidad, rompí a llorar como un niño pequeño. Anduve zombi llorando en la calle, y lloré cuando en la parada del 27 vi a mi compañera de trabajo; estábamos vivos. Por suerte, fuimos miles los que sobrevivimos porque si se junta mi tren con el de la c/Téllez hablaríamos de miles y no de cientos muertos. Rezo por todos. Miguel Rodríguez / Madrid


13. Por fortuna. Soy vecina de Torrejón de Ardoz y todos los días cojo el tren que pasa a las 7:18 o 7:21 para ir al trabajo. Pero ese jueves me entretuve en casa buscando quién había ganado 'La Selva de los Famosos'. Al acercarme a la estación, vi marcharse el tren de las 7:21; me enfadé. Cogí el siguiente. Al llegar a Vicálvaro (estación anterior a Sta.Eugenia), el tren estuvo parado 12 minutos hasta que nos dijeron que había habido un atentado en Atocha. Al llegar a la oficina, me dijeron no sólo que había sido en mi línea, sino que eran tres trenes y dos de ellos, los mismos que siempre cojo. Ésta es la segunda vez que me libro por los pelos (pusieron un coche bomba en la puerta de casa de mis padres en Madrid). Sigo cogiendo el tren todas las mañanas y me impresiona ver que los trenes van aún medio vacíos por miedo. Cristina Ortiz de Urbina / Madrid

14. Adiós, Livia. Adiós, Livia. Hoy me he enterado porque no he vuelto a coincidir contigo en Nuevos Ministerios. Te han matado. Sé tu nombre ahora que leo la relación de fallecidos. Sólo te conocía de vista ¡Qué guapa eras! Me gustaba tu manera de andar, tan segura, se te veía tan fuerte... Yo también estaba en el tren de Atocha, en el segundo vagón. Tardé en salir de él porque me daba miedo el pánico que tenía la gente. He tenido mucha suerte, no me ha pasado nada. Es la primera vez que doy mi opinión sobre lo que me ha pasado. Sólo deciros que aprovecharé la vida cada minuto, cada instante, por tod@s a los que os han arrancado la vida sin compasión. Siempre os tendré en mi corazón. Montse / Vallecas

15. ¿Por qué?. Ésa es la pregunta que me hago a diario todos los días, en varias ocasiones. Yo iba en el tren de la c/ Téllez, en el último vagón. Escuché una primera explosión y la segunda, ya en mi vagón, nos tiró a todos al suelo. Huí por la ventana, no sé aún cómo. Pensé: "¿éste es mi final?". ¡No!, no puede ser mi final!. Desde entonces estoy escayolada porque me lesioné una pierna al saltar por la ventana. Pero eso no duele. Duele pensar que mis compañeros, que dejaron allí sus vidas, no van a poder disfrutar nunca más de cosas tan sencillas como ver a tu familia o ver salir el sol. Y duele que esas familias, que no encontrarán consuelo, tengan que hacerse la misma pregunta que yo: "¿por qué?". Ahora tengo miedo y no sé cuando lo voy a superar, pero intentaré conseguirlo por todos los que estuvimos allí. A todos los afectados les envío mi cariño más profundo. A todas las personas que con sus manos nos ayudaron les doy las gracias. Y a todos los que se manifestaron, públicamente en la calle o desde sus casas con el corazón, gracias también. Nos dáis mucho apoyo para seguir adelante. Yo, desde mi humilde posición, seguiré luchando para hacer una España mejor, un mundo mejor. Nuria / Alcalá de Henares



16. Lo que se quedó grabado en un contestador. No olvidaré ese día. Fui testigo. Viajaba en el tren que efectuó parada en Atocha, en el cuarto vagón. Recuerdo abrir los ojos para saber en qué estación me encontraba. Escuché una enorme explosión, vi humo, y el tren se movió bruscamente. La gente comenzó a gritar y correr para salir de allí. El último vagón estaba destrozado. Miré al suelo y vi muchas personas heridas, destrozadas. Subí las escaleras que llegan a los puentes. Estaba atemorizada. Llamé al trabajo, pero salto el contestador. Dejé un mensaje diciendo que habían puesto una bomba en el tren. Estalló la segunda bomba, y luego una 3º que me sorprendió en el puente. Pensé que el puente se iba a derrumbar antes mis pies. Los gritos de pánico quedaron grabados en un contestador. Miles de personas que han escuchado esa grabación piensan que he fallecido. Doy gracias por estar viva. Nunca olvidaré ese horrible día y cómo se levantó el tren de las vías. Doy gracias a todos los que han estado conmigo dándome animo, en especial a David e Ingrid que, a pesar de la distancia, han estado ahí día a día preocupándose por saber cómo me sentía. A todos gracias. Cada minuto viviré agradecida de lo hermosa que es la vida. Aroa S. Juan / Coslada

17. Tan lejos...tan cerca. Soy española y cada día que pasa estoy más orgullosa de ello. Vivo en Lavapies (Madrid) y paso por Atocha todas las mañanas. Aquel día me dormí, pasé a las 7.25 horas. Todo parecía normal. Iba en el coche escuchando música; estaba siendo el último momento normal del día. Cuando llegué al trabajo la primera frase que escuché fue: "¿qué ha pasado?. Tú vives allí, ¿has visto algo?, ¿estás bien?". No cabía en mi asombro. Puse la radio y llamé a mi casa; el pánico me invadía. A través del teléfono podía escuchar las sirenas. Mi madre me decía que aquello era un caos; el ruido cotidiano de las calles de Madrid se había convertido en llantos, gritos y sirenas. Quería hacer algo, era mi barrio, mi zona, mi gente. La gente llegaba al centro de trabajo expresando su rabia, incluso algunos llorando porque habían estado muy cerca. El día pasaba con la radio encendida, esperando noticias, escuchando cómo cada vez decían una cifra más alta de muertos y heridos. Realmente nunca me había sentido tan vacía e impotente como aquel día. La vuelta a casa fue muda, con el corazón en un puño. Tenía que pasar de nuevo por allí... ¿Qué me iba a encontrar? Madrid mudo, oscuridad y tristeza. Llegué a casa temblando y deseando abrazar a los míos. Todos hemos llorado por las víctimas inocentes. Todos hemos sido víctimas. Vanessa / Madrid

18. Me cuesta hablar. Viajaba en el tren de El Pozo; todo fue muy rápido. Salí corriendo sin tener muy claro qué estaba pasando. Pude hacer una llamadas a mis padres: "el tren ha explotado. Estoy bien, estoy bien...". Y se me cortó el teléfono. Fue terrible. Todavía me cuesta hablar de todo aquello. R.Z. / Alcalá

19. Siempre con vosotros en el corazón. Salí de mi casa a trabajar como un día normal. Me sorprendió una primera explosión en la calle; la segunda en el vestíbulo del AVE. El cercanías era un simparar de gente herida. Ayudé a salir a un chico joven, no pude hacer más. Cuando llegó una ambulancia me fui a trabajar. Siento no haber reaccionado y haber ayudado a más gente porque toda ayuda era poca en ese momento. Miguel, espero que te encuentres bien. A las víctimas y sus familias todo mi cariño y apoyo. Luna / Madrid

20. Podría empezar diciendo... Podría empezar diciendo que me llamo Ana Isabel Pérez Rincón, Anabel, tengo 33 años y soy vecina de Parla. Fui testigo directo el pasado día 11 de las dos primeras explosiones que tuvieron lugar en el tren estacionado dentro de Atocha (según sus fuentes, el C-1 21431). Salí ilesa. Ese día, como todos los días, cogí el tren de Cercanías para ir al trabajo. Cuando mi tren procedente de Parla llegó a Atocha, me dirigí a la vía 2 y me subí al tren que acababa de llegar a la estación procedente de Alcalá de Henares con destino Alcobendas-San Sebastián de los Reyes (prefiero coger este tren y no otro de los que llegan a la vía 2, porque al llegar a Nuevos Ministerios me deja en el andén más cercano al metro y así no tengo que volver a subir y bajar escaleras. Además, suelo elegir los vagones centrales que también son los más cercanos al acceso del metro en Nuevos Ministerios). Estaba esperando a que sonara el 'ti-ti-ti' que precede al cierre de puertas mientras bromeaba con F. y M., que esa mañana habían coincidido conmigo en el tren. De pronto, lo que se oyó fue algo muy distinto. Miré hacia mi derecha, en sentido de dónde venía el estruendo y vi un resplandor naranja (había explotado el último vagón). Aquello tenía una pinta muy fea. F., en un gesto de protección, nos abrazó a M. (su mujer) y a mí, pero yo no lo pensé dos veces. Me deshice de sus brazos, salí del vagón, puse un pie en el andén y otro en la escalera mecánica. Creo que me dí cuenta enseguida de la gravedad del momento porque recuerdo que pensé: "¡sal de aquí!, estás sola, ellos al menos están juntos, pero tú...". Subí como alma que lleva el diablo y cuando había llegado casi al último escalón... ¡BOOM !... Segunda explosión (el penúltimo vagón). Miré hacia atrás buscando a F. y M, pero lo único que vi fue una nube de humo gris y una persona con el brazo ensangrentado que salía de ella. Entonces, seguí andando y pensando: "no puede ser... no, no, no salgo, no salgo de aquí, no lo voy a conseguir, saldremos todos volando por los aires,... camina... sigue, sigue...". Una señora tropezó delante de mí y cayó al suelo, pero se levantó enseguida y siguió caminando. A la vez que oía mis pensamientos, a mi alrededor decían muy bajito, casi en un susurro: "tranquilos, tranquilos, vamos, vamos, venga, tranquila". Cuando por fin conseguí llegar a los tornos y alcanzar la calle, comencé a llorar desconsoladamente porque lo había conseguido; estaba fuera y estaba viva. Una señora se abrazó a mí y yo, casi sin verla, le respondí el abrazo intentando tranquilizarnos mutuamente. "Ya pasó, ya pasó...". Luego hice dos llamadas: "J. no sé que ha pasado, ha habido dos explosiones en Atocha, he conseguido salir, ahora estoy en la calle, muy nerviosa, pero estoy bien...", y "S. estoy en la calle , ha habido dos explosiones en Atocha, poned la radio, os enteraréis, voy para allá". Además de esas dos explosiones, hubo una tercera en la cabecera de ese mismo tren y además... y además...Cuando llegué a casa por la tarde, recibí una llamada de F. que por suerte, él y su mujer, al igual que yo y otros muchos más, lo podemos contar; pero la cicatriz del dolor quedará siempre en nuestras almas y el horror en nuestras mentes. F. me dijo: "este domingo nos tomamos unas cañitas y celebramos que tenemos tres días". ¡Hoy son 2 semanas!. 25 de marzo de 2004. Se ha escrito mucho y se seguirá escribiendo a propósito de lo que ha sucedido en Madrid, nuestro Madrid. Todavía, a día de hoy, no puedo creer que todo esto haya oacurrido. Los psicólogos dicen que esto es un síntoma de estrés posttraumático. También tengo esos sentimientos de culpa por estar viva y me sorprendo alegre y me pregunto: " ¿cómo puedes?", pero me dura poco y enseguida aparecen de nuevo el dolor y el miedo. LLego a Atocha todos los días, hay que trabajar, pero he sido incapaz de cruzar a la vía 2, todavía no puedo..... Ana Isabel Pérez Rincón / Parla

Fuente: elmundo.es

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