Andrei Romanovich Chikatilo es posiblemente el peor asesino en serie de la historia de Rusia.
Él mismo llegaría a decir: "Yo soy un error de la naturaleza, una bestia enfadada".
Se le atribuyen al menos 53 asesinatos en lo que era su doble vida, por un lado era un hombre de lo más normal, trabajador, con familia, casado y comunista asociado. Pero por otro lado escondía un lado demasiado oscuro que lo hacía disfrutar comentiendo los crímenes más crueles. Su forma de ser le hacía ganarse la confianza de los niños, unos menores que conocerían el lado más salvaje y criminal del ser humano.
Nació en la ciudad ucraniana de Yablochnoye el 16 de octubre de 1936. En aquellos momentos la gente pasaba mucha hambre, morían a miles por todo el país y en la pequeña aldea donde vivía Andrei no era menos, los cadáveres se podían ver por las calles y campos, muchos de ellos despiezados por otros hombres que se alimentaban de ellos.
Andrei conoció ese lado salvaje del ser humano desde muy pequeño, su hermano mayor Stepan había sido uno de los que habían capturado y devorado para alimentarse. Todo aquello fue fomentando el odio en el pequeño poco a poco, un odio que años más tarde haría que Andrei fuera uno de los peores asesinos conocidos en Rusia.
No era un niño normal ni se comportaba como tal, en el colegio era introvertido, aislado de todos y humillado por sus compañeros. Andrei cada vez era más tímido conforme iban pasando los años, además de no aceptarse a sí mismo, ya fuera porque se orinaba en la cama hasta la edad de 12 años o porque tenía miopía (no se pondría sus primeras gafas hasta los treinta años) y lo hacía aislarse más todavía.
Esa timidez hizo que sus relaciones con las mujeres no fueran las normales para cualquier joven. En su primera relación sexual sufrió su primer fracaso al eyacular en tan sólo unos segundos al abrazar a una chica, se rumoreaba que era impotente.
Estuvo en el ejército y estudió marxixmo-leninismo, ingeniería y lengua y literatura rusa.
Le atraían las menores de doce años, incluso las espiaba cuando se colaba en sus dormitorios para verlas en ropa interior mientras se masturbaba con la mano dentro del bolsillo, para aquel entonces ya se había graduado como maestro, era el año 1971.
Andrei pensaba que había sido castigado al nacer y que la naturaleza lo había castrado.
No podía mantener una erección, pero sí eyacular, aunque en muy pocas ocasiones logró la suficiente erección como para dejar embarazada a su esposa. Se había casado y se comportaba como cualquier hombre normal, trabajador, con buen carácter y buen comportamiento con sus hijos.
Dentro del partido comunista era respetado, siempre estaba al corriente de la actualidad leyendo periódicos, era una persona de lo más normal, sin que nadie se imaginara lo que su mente criminal escondía.
En el colegio lo apodaban "el ganso", sus alumnos se reían de él. El apodo se lo habían puesto porque sus hombros eran muy largos y encorvados y su cuello parecía muy largo. Lo tomaban por tonto y sin embargo, él parecía no molestarse, ni siquiera cuando le pegaban sacándolo de las aulas a patadas, arrojándole una manta por encima y pegándole o llamándolo "afeminado".
Llegó un momento en el que comenzó a tenerles miedo a los alumnos y su temor era tan grande, que llevaba un cuchillo a las clases.
Poco tiempo después comenzaría su actividad criminal. Fue el 22 de diciembre de 1978, a los 42 años.
Andrei convenció a una niña de 12 años que iba por la calle para que lo acompañara a una cabaña que tenía en las afueras de la ciudad, él sabía de sobra como tenía que hablarle a los niños, porque era padre y además su profesión había hecho que aprendiera la forma en la que tenía que hablarle a los pequeños para que tuvieran confianza en él y no sintieran ningún miedo.
Al llegar a la cabaña, le quitó la ropa a la niña con mucha violencia, por lo que le hizo un rasguño profundo del que la menor comenzó a sangrar, aquello hizo que Andrei tuviera una erección inmediata y desde ese momento, el asesino establecería un vínculo entre la sangre y el sexo, lo que haría que no fuera la última víctima.
A aquella niña le clavó un cuchillo en el estómago, cuanta más sangre veía, más cerca estaba del orgasmo y más disfrutaba, por lo que siguió asestándole puñaladas hasta eyacular, acabando con la vida de la menor.
A los dos días, la policía encontraría el cuerpo de la niña en el río Grushovka. También encontraron una gran mancha de sangre cerca de la cabaña de Andrei, pero aunque lo interrogaron, inculparon a otro agresor sexual llamado Alexander Kravchenko.
Andrei se había dado cuenta de que le gustaba la sangre y que lo que había intentado durante muchos años, que era mantener relaciones sexuales, no podía hacerlo si no era de esa manera, además de que tampoco le excitaba tocar los genitales de otras personas, disfrutaba sólo si los maltrataba.
El comportamiento con su mujer era de ser un marido sumiso y asexual. No discutía con ella y hacía lo que quería, menos en las relaciones sexuales. Su mujer deseaba mantener relaciones con más frecuencia que él, por lo que discutían en esos momentos y ella le echaba en cara que no quisiera o que no complaciera sus deseos.
Lo expulsaron de su trabajo porque fue acusado de molestar sexualmente a algunos de sus alumnos.
Poco después conseguiría un trabajo en una fábrica y ese nuevo empleo lo hacía viajar de forma continua, siendo aquellos traslados los perfectos para pasar desapercibido y sobre todo, para escoger y elegir a sus víctimas sin ser sospechoso de nada.
Aunque había disfrutado mucho, quizás por primera vez en su vida con la niña de doce años a la que había asesinado, no cometería otro crimen hasta pasados tres años.
Fue el 3 de septiembre de 1981 cuando Andrei asaltaría a su segunda víctima. Se llamaba Larisa Tkachenko, tenía 17 años y era prostituta.
A Larisa no tuvo que convencerla mucho, tan sólo le dijo que fueran al bosque para mantener relaciones sexuales. Para ella era un servicio más.
Llegado el momento de tener sexo, Andrei falló como era normal y Larisa comenzó a reírse de él, algo que le costaría la vida.
El asesino se enfureció perdiendo el control y estrangulando a la joven. Después eyacularía sobre su cadáver mordisqueando su garganta, cortándole los seños y en su máxima excitación, comiéndose los pezones. Después empezó a lanzar aullidos bailando una danza de guerra alrededor del cuerpo de la chica, que dejaría sin vida y enterrada con un palo.
Desde aquel día no dejaría de matar. Sabía que torturar y asesinar era lo único que lo llevaba a un estado de excitación que no podía controlar. Aunque estos dos primeros crímenes no los había premeditado, a partir de ese momento se convertiría en un carnicero que cazaba a sus víctimas.
La siguiente fue Lyuba Biryuk, que la raptó en una villa. A esta chica la acuchilló cuarenta veces en el bosque, después le mutiló los ojos, algo que haría con sus siguientes víctimas y que se convertiría en la firma del asesino.
Ese mismo año seguiría matando, incluyendo a su primera víctima masculina, Oleg Podzhivaev de 9 años y otras dos víctimas más.
Aunque el cuerpo de Oleg nunca fue encontrado, Andrei confesaría que él lo había matado y que además, le había arrancado los genitales.
La población estaba aterrorizada y la prensa enloquecida. El modus operandi del asesino era siempre el mismo, los cuerpos se encontraban en el bosque y a la mayoría les faltaban miembros. Todos eran niñas, niños y chicas muy jóvenes. La violencia, el sadomasoquismo, mutilación y tortura, eran la firma de aquel criminal que se había convertido en un asesino en serie despiadado.
La mayoría de las víctimas eran jóvenes que se habían escapado de casa o incluso algunos retrasados mentales. El perfil de esas víctimas hacía que fueran más propensos a ser convencidos por aquel hombre de apariencia normal y carácter simpático, ya que la mayoría necesitaban ser trasladados a la ciudad y él se ofrecía amablemente a hacerlo.
Durante el año 1984 asesinaría a 15 personas, cada vez asesinaba con más frecuencia y a más y más personas.
Iba a las paradas de autobús o estaciones de tren y allí convencía a los jóvenes para que lo acompañaran al bosque, utilizando cualquier pretexto.
Todos morían de la misma manera, con múltiples puñaladas (de treinta a cincuenta) y además, todas sus víctimas sufrían la mutilación de los ojos, a excepción de las chicas jóvenes, que además les seccionaba los pechos y pezones, ya fuera con el mismo cuchillo con el que las había matado o con los dientes. También les extirpaba el útero y lo hacía con una precisión que hizo pensar a la policía que se trataba de algún cirujano de Rostov, por lo que todos ellos se convirtieron en sospechosos, pasando por diversos interrogatorios.
No sabían lo que hacer, el asesino se les escapaba y seguía cometiendo asesinato tras asesinato, todos ellos con una violencia que no habían visto nunca.
A las jóvenes, les machacaba la cara a golpes, porque se enfadaba mucho al llegar tan rápido al orgasmo mientras las violaba.
Estaba obsesionado con su impotencia y a muchas de ellas les colocó su semen dentro de la vagina ayudándose con una pequeña rama que cogía del bosque.
A los niños los atacaba inmediatamente, nada más llegar al bosque. Primero los aturdía con un golpe y después les ataba las manos y les propinaba algunos cortes poco profundos para intimidarlos. Seguidamente los mutilaba a mordisco, cortándoles los genitales o en otras ocasiones extirpándoles sólo los testículos, que se guardaba como trofeo. Muchas de estas horribles mutilaciones las llegó a hacer cuando las víctimas todavía estaban vivas, aunque afortunadamente inconscientes. Nunca se encontraron esas partes mutiladas cerca de las escenas de los crímenes.
Posteriormente diría en sus declaraciones que practicaba el canibalismo, ya que las partes más blanditas del cuerpo se las tragaba porque le gustaba mucho.
La policía tenía que encontrarlo y para ello, el Instituto Serbsky de Moscú, hizo un perfil posible del asesino. Aquel perfil decía que seguramente era un hombre normal, que estaría casado y que su trabajo sería regular.
Gracias al semen que el asesino dejó en los cuerpos de sus víctimas, averiguaron que su sangre era del grupo AB.
Andrei fue detenido el 14 de septiembre de 1984 en el mercado de Rostov, ya que su perfil encajaba con el del asesino.
Le hicieron un análisis de sangre y vieron que era del grupo A, por lo que lo pusieron en libertad sin cargos al no encontrar nada más que pudiera inculparlo.
La policía tenía en su base de datos a unos 27.000 sospechosos. Sabían que tenía que tener un vehículo con el que transportaba a sus víctimas y en aquel momento en Rusia escaseaban las personas que lo tenían.
El día que apareció el cadáver número 30, los periódicos comenzaron a dar muchas noticias y en ellas informaban del posible asesino en serie. Todos pensaban que era un retrasado mental por la crueldad con la que actuaba, pero la policía no pensaba lo mismo.
Sin embargo, no fue detenido por los asesinatos, lo detuvieron al ser acusado de robar un rollo de linóleo de su oficina. Fue arrestado siete meses después por comportamiento inadecuado o impropio en una estación de autobuses de Rostov, siendo sentenciado a 15 días de prisión, quedándole todavía la causa del robo pendiente.
Volvieron a hacerle una prueba para comparar su sangre con el semen de las víctimas, pero no era del mismo tipo. La policía estaba convencida de que era el asesino, pero no podían demostrarlo.
Por el robo lo sentenciaron a un año de cárcel, pero lo liberaron antes, ya que tuvo buen comportamiento y había simpatizado con el juez.
Poco después de salir de prisión volvería a matar, el 17 de octubre de 1990, en un bosque que estaba cerca de la estación de Donlesjoz.
La policía al completo se volcó con este nuevo crimen, incluyendo a una fuerza antidisturbios de un centenar de hombres.
Dos semanas después Andrei volvía a matar. En esta ocasión serían 600 detectives los que se encargarían de investigar por los bosques, montando guardias de tres o cuatro oficiales en lugares aislados.
Uno de esos detectives, el sargento Igor Rybakov, veía a un hombre que salía del bosque el 6 de noviembre de 1990. Iba con traje y corbata y cuando lo estaba observando se dio cuenta de que se estaba lavando las manos en una fuente, tenía el dedo vendado y sangre en una de sus mejillas. Fue hacia él y le pidió la documentación, haciendo un informe de rutina de aquel suceso.
A los cinco días encontraron un cadáver en ese mismo lugar que los forenses verificaron que llevaba muerto más o menos esos días.
Inmediatamente pensaron en el sospechoso que había visto el sargento Rybakov.
Andrei fue arrestado el 20 de noviembre de 1990 por la KGB. Mientras era detenido decía "¿Cómo pueden hacerle esto a una persona de mi edad?", mientras intentaba aparentar un estado físico mucho más débil o perjudicado del que tenía.
Era sospechoso de haber asesinado a 36 personas, todas las víctimas eran niños, niñas y jóvenes.
Le volvieron a hacer las pruebas para comparar el semen de las víctimas y su sangre no era la misma, pero el esperma sí.
Durante los interrogatorios, Andrei afirmó que era un ciudadano normal, que no había hecho nada ni había cometido ningún delito, que la policía lo había estado persiguiendo y que no habían motivos.
Una semana después, el 27 de noviembre de 1990, prometió a la policía que aportaría pruebas de sus crímenes si no lo atosigaban más con los interrogatorios a los que estaba siendo sometido porque le recordaban detalles que no quería recordar.
Reconstrucción de asesinatos |
Dos días después se derrumbaría frente a un psicólogo, al que le confesó 53 asesinatos que había cometido.
Acompañó a los investigadores a los lugares donde había matado a sus víctimas, confesando todo tipo de detalles.
Andrei quería que lo trataran como a un enfermo mental, estaba convencido de que al confesar tantos crímenes y todo lo que había hecho, lo tratarían como a un "espécimen de estudio científico", pero se equivocó.
En una declaración que él mismo le escribía al Fiscal General le decía:
Me detuvieron el 20 de noviembre de 1990 y he permanecido bajo custodia desde entonces. Quiero exponer mis sentimientos con sinceridad. Me hallo en un estado de profunda depresión, y reconozco que tengo impulsos sexuales perturbados, por eso he cometido ciertos actos. Anteriormente busqué ayuda psiquiátrica por mis dolores de cabeza, por la pérdida de memoria, el insomnio y los trastornos sexuales. Pero los tratamientos que me aplicaron o que yo puse en práctica no dieron resultados.
Tengo esposa y dos hijos y sufro una debilidad sexual, impotencia. La gente se reía de mí porque no podía recordar nada. No me daba cuenta que me tocaba los genitales a menudo, y sólo me lo dijeron más tarde. Me siento humillado. La gente se burla de mí en el trabajo y en otras situaciones. Me he sentido degradado desde la infancia, y siempre he sufrido. En mi época escolar estaba hinchado a causa del hambre e iba vestido con harapos. Todo el mundo se metía conmigo. En la escuela estudiaba con tanta intensidad que a veces perdía la consciencia y me desmayaba. Soy un graduado universitario. Quería demostrar mi valía en el trabajo y me entregué a él por completo. La gente me valoraba pero se aprovechaba de mi carácter débil. Ahora que soy mayor, el aspecto sexual no tiene tanta importancia para mí, mis problemas son todos mentales.
En los actos sexuales perversos experimentaba una especie de furor, una sensación de desenfreno. No podía controlar mis actos. Desde la niñez me he sentido insuficiente como hombre y como persona. Lo que hice no fue por el placer sexual, sino porque me proporcionaba cierta paz de mente y de alma durante largos periodos. Sobre todo después de contemplar todo tipo de películas sexuales. Lo que hice, lo hice después de mirar los vídeos de actos sexuales perversos, crueldades y horrores.
Estaba claro que el asesino quería alegar una enfermedad mental, pero los psiquiatras del Instituto Serbsky lo veían como a un sádico prudente que no sufría ningún tipo de trastorno que pudiera impedirle ver que lo que había hecho estaba mal, todos sus actos habían sido premeditados. Finalmente diagnosticaron que el asesino estaba "legalmente cuerdo" en sus conclusiones, en octubre de 1991.
En abril de 1992 comenzaría el juicio de Andrei, que duraría hasta octubre de ese mismo año. El asesino presenció su juicio desde un cubículo de metal, se había rasurado la cabeza, llevando el primer día una revista porno, aunque después, ya se sintió abatido y su reacción fue quitarse la ropa y menear su pene gritando:
"Fíjense que inutilidad, ¿Qué piensan que iba a hacer con esto?".
Aunque Andrei intentó mostrar de muchas maneras que tenía una enfermedad mental, el veredicto que le comunicaron el 15 de octubre de 1992 fue su sentencia a la pena capital.
Lo ejecutaron en la prisión de Moscú el 14 de febrero de 1994 con un tiro en la nuca.
La famosa película "Ciudadano X" es una de las que han hecho basada en esta historia.
Algunas de las imágenes que se muestran a continuación pueden herir la sensibilidad de algunas personas y aunque circulan por Internet, no he querido exponerlas en el artículo, son fotografías de las víctimas, además de otras de Andrei.
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